domingo, 14 de junio de 2009

Mentiría si dijera que te quiero


Buenas noticias para todos los amigos del blog, que son muchos. Bajo el título de Mentiría si dijera que te quiero llega a las librerías la continuación de Aprendiendo a ser mala. ¿De qué va la cosa? Dejadme que os cuente algo. Yo crecí convencida de que mi madre murió en un accidente aéreo; me enamoré del chico más callado de mi clase creyendo que necesitaba mi cariño; y siempre consideré a Alex mi amiga más fiel. Ahora me pregunto cómo he podido ser tan ingenua. ¿Qué sentirías tú si un buen día descubrieras que toda tu vida está llena de secretos y mentiras? Yo sólo quería ir a la universidad, salir con mis amigas, conocer a un chico arrebatador... ¿Es mucho pedir?
Recuerda: si te van las emociones fuertes y te apetece pasar un buen rato leyendo, no pierdas ni un segundo y vuelve a salir de fiesta con tus "chicas malas" favoritas en Mentiría si dijera que te quiero. Ya verás qué cantidad de sorpresas te esperan.

domingo, 24 de mayo de 2009

La movida del sábado

Lo siento porque tenía previsto escribir sobre otra cosa, pero todavía estoy alucinando con la movida que se montó el sábado. No me lo puedo quitar de la cabeza. Y no puedo dejar de escribir sobre ello. ¡Es que estoy de una mala leche que no me tengo! Alex, la verdad, pensaba que a estas alturas de curso ya nos conocíamos un poquito. Pero te prometo que no entiendo cómo reaccionaste así. ¡La verdad es que no entiendo nada! Vamos a ver, ¿qué se supone que tengo que hacer si estamos en una discoteca y aparece Darío? ¿Salir corriendo por la puerta de atrás? Si yo estoy bailando tan feliz en la pista, él se presenta ahí y se pone a hacer el tonto conmigo, ¿qué quieres que haga? ¿Que le cruce la cara? Pues no es mi estilo. Si me pilla en plan rollo divertido, del palo que iba el sábado por la noche, pues me pongo a hacer el tonto como la que más. Pero, ¿no era evidente que allí no estaba pasando nada más? ¿Es que todavía no me conoces? Este tipo de cosas me pone de los nervios. ¿Qué tiene de malo que me pegue un baile con Darío? La verdad es que si llego a saber que te iba a ofender de esa manera, pues me lo hubiera ahorrado. Pero es que no veo el motivo por el que nadie tuviera que molestarse. No pasó nada, no hubo nada, sólo bailamos y nos echamos unas risas. Cuando tú te pones a bailar con algún tío, siempre te muestras super provocativa y nadie hace interpretaciones raras. Por eso te digo que la salida que tuviste el sábado, en plan indignada, no hay quien la entienda. Cuando te calmes y vuelvas a pensar con claridad, me llamas y lo hablamos. Pero, por favor, no me vuelvas a montar una escenita como esa.

domingo, 10 de mayo de 2009

Los bolsos y yo

Lo que me pasa a mí con los bolsos no tiene nombre. Nunca logro estar del todo satisfecha con el bolso que llevo. Por ejemplo, no hace demasiado tiempo me compré uno que me pareció estupendo. Era inmenso. Allí dentro podías meter todo lo que se te ocurriera y siempre quedaba espacio para más. En realidad, más que un bolso parecía un portaaviones. Al principio me encantaba, pero con el paso de los días le encontré dos terribles fallos. Uno era el peso. Peor que una maleta. Claro, iba echando trastos dentro como si tal cosa y al final, como diría Alex, pesaba más que el especial Navidad de la revista Elle. El segundo fallo era la amplitud. Sí, sí, en principio parecía fabuloso tener espacio para meter cualquier cosa. Pero, ¿y para localizarla? Por ejemplo, para encontrar las llaves de casa tenía que meter casi medio cuerpo dentro del bolso. La cuestión es que comencé por tomarle manía. Y, al final, en un ataque de rebeldía extrema decidí abandonarlo y comprar un bolso nuevo. Por supuesto, escarmentada por lo ocurrido, opté por un bolso mini. Parecía que le hubieran colgado un cordel al monedero de mi abuela. Era pequeño, sí. Diminuto. Tanto que ni siquiera me entraba la cartera si llevaba todas las tarjetas encima. A veces, para meter también el móvil, en lugar de la cartera optaba sólo por llevar dinero suelto. Billetes pequeños, por supuesto. No más de veinte euros. En fin, muy cómodo y transportable, pero nada práctico. En menos de una semana, harta de intentar meter las cosas a presión, acabé por odiarlo. Ahora me estoy planteando lanzarme a un modelo bolso-mochila muy mono al que tengo echado el ojo. Pero seguro que me vuelve a salir mal. Sí, soy muy inconstante con los bolsos. No logro que me duren nada. Necesitaría tener una colección como la de Alex. Aquello sí es una pasada. Parece un museo. Te encuentras desde lo más sofisticado de Milán hasta insólitas extravagancias de un mercadillo londinense. Aunque supongo que si tuviera tantos bolsos en casa, nunca sabría bien cuál llevar. Si es que esto de los bolsos es una tortura. ¡Qué horror! Aunque este que os digo que he visto está francamente bien…

domingo, 26 de abril de 2009

¿Cómo sabes si estás enamorada?

Necesito que alguien me ayude. Es por David, el chico de la facultad. Sí, ese que Alex dice que es un poco parado. Cada día que pasa, me gusta más. He logrado hablar un poco con él y me da la sensación de que hay algo entre nosotros, aunque en realidad no hemos pasado del clásico parloteo de entre clase y clase. Pero me gusta y me quedo pensando en él cada dos por tres. La pregunta es: ¿estoy enamorada? ¿Cómo lo puedes llegar a saber? Sí, sí, ya me conozco lo de los síntomas típicos que todo el mundo habla, pero yo los padezco siempre que me gusta un chico. ¿Quiere eso decir que me estoy enamorando cada dos por tres? Porque con Darío también me pasó. Y pese a que ahora ya no mantenemos una relación demasiado cordial (¿no te conté lo de la fiesta? Alex tenía toda la razón: es un capullo), aún se me acelera el corazón cuando se me acerca. No sé, estoy hecha un lío. Pero la verdad es que tengo a David metido en mi cabeza y no me lo puedo sacar. Y tampoco me lo quiero sacar. Me gusta pensar en él, en lo que le diré cuando vuelva a verlo. Me encanta imaginar que se lanza y me invita a salir por ahí. David, David, si es que hasta el nombre es bonito. ¿Tú crees que esto es amor?

domingo, 19 de abril de 2009

Me gustan los atormentados

Hay un chico en mi clase que se llama David. Según Alex y Nica es un «rarito» porque apenas se relaciona con nadie. Pero a mí me encanta. Siempre me ha pasado. Cuando conozco a un chico un poco diferente, callado y con cierto aire de atormentado… ¡me vuelvo loca! No puedo evitarlo. Ya sé, ya sé, te parecerá una tontería. Seguro que lo mejor es encontrar a tíos normales que no lleven sorpresa dentro. Pero a mí me pasa lo contrario. Y David es de esos. Cuando estamos en el pasillo, entre clase y clase, y lo veo ahí apoyado en la pared, no puedo dejar de preguntarme en qué estará pensando. Es muy mono. Da toda la sensación de que está pidiendo a gritos tener a alguien cerca que le comprenda, que le mime un poquito. Y yo estoy dispuesta a hacerlo. Pero, chica, cuando intentas hablar con él hay que sacarle las cosas con sacacorchos. ¿Tímido? Yo te diría que no. Oculta algo. Lo sé. Y quiero descubrirlo.

domingo, 12 de abril de 2009

Los días grises

Esta tarde es una de esas. Estoy sola en la habitación. No me apetece salir. Ni siquiera entrar en el Tuenti. No sé, supongo que me tiene que venir la regla. Lo cierto es que de vez en cuando entro en eso que yo llamo «los días grises». Me noto más apática, prefiero estar sola, escuchar canciones tristonas y sentir que me invaden las ganas de llorar. ¿No te pasa? Es entonces cuando me acuerdo de mis amigas de Barcelona, de los sitios a los que solía ir… y, sobre todo, cuando más me acuerdo de mi madre. Bueno, más que de ella, de su ausencia. Porque ella murió cuando yo era muy pequeña. Aquí a mi lado guardo una foto suya. Espera un momento, que me suena el móvil… Ya estoy de vuelta. Era Alex. Ya me quiere secuestrar. La he intentado convencer de que hoy no tengo el día, pero no ha habido manera. Con Alex es imposible. «¿Que te vas a quedar en casa? ¿Con la cantidad de tíos buenos que hay esta noche esperándote por ahí?». Ella es así. Así que lo dejo ya. Voy a su casa a arreglarme. Adiós, tristeza.

domingo, 5 de abril de 2009

Loca de atar

Seguro que más de una vez has pensado que estás un poco loca. Y seguro que también, en alguna noche de marcha, has hecho más de una barbaridad. Bueno, yo era de las tuyas. Hasta que Nica se unió a nuestro grupo. Entonces comprendí que, en realidad, hasta ahora he sido poco menos que una santa. ¡Nica está realmente loca! En mi vida había visto a una chica que se le fuera tanto la olla. Pero es una risa. Ni siquiera le hace falta tomarse unas copas. De pronto te la encuentras haciendo el mayor disparate que te puedas imaginar. ¿Quieres ejemplos? A ver, ¿a ti se te ocurriría ponerte a bailar medio desnuda en una fiesta rodeada de universitarios con las hormonas desatadas? Pues a Nica, sí. En ocasiones, te da más de un susto, pero por lo general te ríes un montón con ella. Sobre todo cuando se pone a contar historias. La otra tarde salimos de compras y no te imaginas lo que nos reveló. ¿Te crees lo que es capaz de hacer en un probador? Bueno, es una guarrería. Paso de contártelo. Aunque te reconozco que cuando vi la cara de horror de Alex, creí que me moría de la risa.